El último año para mí y mi hermana, ha sido de transformación, sanación de heridas y nuevos comienzos. Las dos hemos atravesado un proceso terapéutico (cada una por su lado) en el que pudimos re conectar con nuestras raíces familiares, perdonar y perdonarnos. No ha sido un paseo en el parque, ha habido momentos en los que darnos cuenta de viejos patrones de conducta o llegar a entender situaciones familiares, ha implicado romper con “verdades” que teníamos establecidas, destruir creencias, reconstruirnos… Ha sido un tránsito cansado, a veces devastador, pero verdaderamente satisfactorio, porque gracias a eso nos hemos reencontrado con nuestra verdadera esencia y sabemos que vamos en el camino hacia lograr ser felices y estar en paz con nosotras mismas y con nuestro entorno.
La menciono porque sería injusto hablar sobre este camino como si lo estuviera caminando sola, tengo la dicha que no sea así. Sin embargo, como no soy ella, hablaré a partir de mi experiencia.
Hace casi un año, decidí volver a terapia. Llevaba años sintiéndome deprimida y atrapada en una vida que no sabía a ciencia cierta si estaba siendo decidida por mí. Aunque ya había tomado algunas decisiones que me acercaban más a mi realización personal y estaba en el proceso de cumplir metas para mi nueva vida, me sentía desolada, desmotivada y confundida. Venía queriendo salir de una espiral impulsada por hábitos que eran autodestructivos, llevaba tiempo tratando de escapar viejas conductas tóxicas y patrones de negatividad, pero me di cuenta que de momento no podía librar sola la batalla…
Es increíble lo mucho que mi vida ha cambiado en tan poco tiempo, mi hermana y yo decimos constantemente que esto que nos ha sucedido es una bendición enorme, que si bien no ha pasado por arte de magia, porque hemos puesto nuestra alma y cuerpo enteros al servicio de mejorar, sabemos que hemos sido movidas por una fuerza mucho mayor a nosotras mismas.
Pensando en la clave y el secreto a este cambio masivo en mi vida, puedo decirles, después de cierta reflexión que los catalizadores de la transformación han sido la entrega en forma de aceptación y la gratitud.
Aun cuando has tomado la decisión de estar mejor y el proceso ha comenzado a caminar, hay días en los que los viejos sentimientos vuelven a flote, recaemos en viejos hábitos, nos encontramos de nuevo con fantasmas que creíamos vencidos… ¿te ha pasado? Parece que nunca vamos salir del hoyo, se pierde por momentos la confianza y el impulso. En esos momentos la entrega es indispensable. Entregarse al momento, rendirse al sentimiento, aceptar lo que sigue estando en nuestra vida. El cambio no se logra a través de la resistencia, al contrario: lo que se resiste, persiste…
Me costó un poco de trabajo al principio, pero aprendí a soltar lo que no me gustaba de mí y de mi vida, me obligué a observarlo sin querer cambiarlo, siendo testigo de lo que había en mí, me entregué por completo a la intención de sanar y dejé que las cosas siguieran su curso.
Para mí esa ha sido la fórmula para ACEPTAR: observa, siente, suelta.
De la mano de la aceptación viene la gratitud. Había leído mucho sobre la gratitud, creía que era agradecida cuando de vez en cuando en mis oraciones daba gracias por mi familia o por tener un techo sobre mi cabeza. Pero la gratitud que comencé a practicar después iba un paso más allá.
La gratitud es una de las emociones con más alta vibración que existen, agradecer nos lleva a estados de conciencia elevados, pero además, abre las puertas a la abundancia y a la magia.
No se trata de agradecer sólo lo que nos gusta de nuestra vida o de nosotros mismos, eso es muy fácil y también es beneficioso, sin duda es un buen comienzo cuando no estamos acostumbrados a agradecer nada o muy poco. Puedes comenzar por hacer una lista de las cosas por las que estás agradecido cada día al despertar y al llegar la noche, agradecer por lo que te pasó ese día, por todo lo que tienes, por las cosas buenas y las bendiciones.
Louise Hay dice que la primera cosa que hace en el día es agradecer cada detalle de su vida, gracias a la cama donde duerme, gracias a las sábanas que la cubren, las pantuflas que cubren sus pies, los ojos que miran el techo, el techo, etc…
Puedes hacer un diario de gratitud, donde anotes las cosas que agradeces. Es un trabajo meticuloso pero que rinde frutos inimaginables. Cuando agradeces acostumbras a tu mente a ver y buscar lo positivo en tu vida y entonces lo bueno comienza a multiplicarse.
Si quieres ir un paso más allá, una vez que tengas el hábito de agradecer por lo bueno y lo que te gusta, continúa agradeciendo TODO lo que acontece en tu vida (ahí es donde aparece de nuevo la aceptación y la entrega). Sí, dije TODO.
Como dicen Byron Katie, el Dr. Ihaleakalá Hew Len (maestro ho`oponopono) y muchos otros expertos en el crecimiento interno: no hay nada fuera de ti que no esté dentro, nosotros somos los creadores de nuestra realidad, todo lo que te sucede y que está presente en tu vida, tú lo has creado en algún nivel. Es lindo saber que hemos creado cosas buenas, como un trabajo que nos gusta, una pareja que amamos; lo difícil es darnos crédito también por lo que no nos gusta tanto, siempre es más fácil echarle la responsabilidad al otro de nuestras propias sombras.
Pero te tengo una noticia, ese jefe insoportable, esa crisis económica, esos kilos de más, ese accidente de tráfico, esa enfermedad… todo eso también lo creaste tú, con tu vibración, tus emociones y tu pensamiento. Cuando damos gracias por eso, estamos aceptando esas partes de nosotros, estamos integrándonos y sobre todo, estamos reconociendo el valor y motivos por el que nos hemos creado esas experiencias. La finalidad de nuestro ser superior siempre será conducirnos por caminos y presentarnos con las experiencias que nos hagan re dirigirnos hacia nuestro llamado y encontrar ahí la felicidad.
Yo sufrí muchos años de migraña, era mi enemiga, no quería tenerla más en mi vida. Así que comencé a agradecerle por su presencia, porque si estaba ahí era porque algo tenía que decirme. Cuando la acepté y agradecí, pude observar que era una alarma de mi cuerpo que me quería indicar en qué momentos de mi vida experimentaba intolerancia o resistencia y al poder reconocerlo, sin hacer nada, poco a poco el dolor ha ido desapareciendo.
Por mucho tiempo estuve peleada con mí sobre peso, así que comencé a dar gracias por mis lonjas y kilos de más. Hablé con mi grasa corporal y pude observar que estaba ahí por una razón: para protegerme y hacerme sentir segura todos esos años que creí que el mundo era hostil y que no estaba a salvo ¿cómo iba a estar enojada con mi grasa o con mi cuerpo?, cuando durante todos estos años no había hecho nada más que servirme, protegiéndome. Al agradecer a mi gordura su propósito se reveló. Comencé a transitar el camino de entender que estoy segura y a salvo y en ese momento la compulsión de comer se fue disipando. Sigo teniendo sobre peso, y cada día que me veo tentada a acusarme o despreciarme por esa condición, recuerdo y agradezco. Poco a poco y sin hacer mayores esfuerzos, mis hábitos alimenticios han cambiado y he ido aprendiendo a amarme más allá de lo que me diga la báscula.
Esos son dos ejemplos de cómo he aplicado la gratitud a situaciones que antes calificaba como negativas. El decir que algo es bueno o malo, es muy subjetivo y si entendemos que todo lo que se manifiesta en nuestra vida es un reflejo de lo que somos, entonces de qué sirve estar peleado con cada parte de ti mismo.
Te propongo que hagas ese ejercicio, da gracias por todo, en cada momento. Al principio puede ser que no te la creas o no te sea tan fácil (sobre todo lo que no quieres tener en tu vida) pero a fuerza de repetición y voluntad, verás cómo se va formando ese hábito en tu vida y se va convirtiendo en una realidad.
La mejor recompensa es la capacidad de poder vivir tu vida con total aceptación, pudiendo observar cada aspecto y comprendiendo de dónde viene o para qué está ahí. Pero los efectos secundarios serán el que puedas ver esos aspectos que no te gustan disolverse como por arte de magia y se comiencen a manifestar en tu vida cada vez más y más bendiciones.
Agradece tu enfermedad, agradece tus problemas, agradece tu insomnio, agradece tus problemas económicos, agradece tu falta de compromiso, agradece tu intolerancia, agradece tus alergias, agradece tu gastritis, agradece tu soledad… No le pongas más cabeza, calla las voces, di gracias y se acabó… sin complicaciones, sin peros, sin nada… Solo GRACIAS.
Inténtalo y si lo haces sin parar, siendo humilde y constante, te garantizo que en un par de semanas notarás la diferencia. No te cuento en un par de meses… ya veremos juntos en un par de años.
¡¡¡GRACIAS!!!
Elisa, Tu Life Coach.
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