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¿Vives en hipervigilancia? Descúbrelo

Actualizado: 25 ene 2021



Estoy sentada en la mesa, es casi el atardecer, tengo unas velitas y mi difusor encendidos, me tomo una tacita de té. Todo está bien, tengo dos horas libres antes de mi próxima sesión y no tengo pendientes. Al menos no tengo cosas urgentes que resolver, pero mi cabeza está repasando todas las cosas que debería estar haciendo, todo cosas opcionales, que en realidad no pasa nada si no las hago…


Noto mi espalda tensa, el sistema nervioso está alerta, como si estuviera esperando por algo o a que algo pase. Me duele un poco la cabeza. No me siento relajada….

No tengo motivos para no estar relajada. Repaso en mi cabeza los pendientes, todo está en orden, no hay nada que debería estar haciendo, más que disfrutar el momento, lo demás son cosas que ya están organizadas y se harán a su tiempo. El resto de actividades yo decido si las quiero hacer o no y no afectan a nadie si no las hago.


Reviso nuevamente: mi trabajo está bien, estable, suficiente y más que suficiente. Tengo el refri lleno, cuentas pagadas, cero deudas, renta al corriente, situaciones de salud bajo control, techo sobre mi cabeza, familia completa, amigos , entretenimiento…. Todo está bien, de hecho, más que bien.


Pero mi cuerpo se siente tenso, los hombros están rígidos , la nuca adormecida, la cabeza me punza un poco, mi respiración no es relajada, parece como si estuviera lista para arrancar a correr, me siento como si tuviera pendientes y la culpa sobre mi cabeza de que debería estar haciendo más… De hecho me siento también como si estuviera en medio de una crisis por resolver o una decisión que tomar, o como si en cualquier momento el teléfono fuera a sonar y me fueran a dar una mala noticia, hay un sensación de depresión que asecha algunos días de mi vida, a veces meses, algunas veces sin razón aparente, simplemente despierto sin ganas de hacer nada, triste, todo me parece gris.


Llevo meses haciéndome cada vez más consciente de que ese es mi estado natural, rara vez estoy relajada, ni en cuerpo ni en mente. He comenzado a repetirme a mi misma mentalmente, cuando me doy cuenta de que estoy en alerta sin motivos: “todo está bien”, “estás a salvo”, “disfruta el momento” , pero aun así me cuesta trabajo soltar y relajarme.




¿Te identificas con esto?


Si es así, es probable que seas Altamente sensible y/o que tengas síndrome o trastorno de estrés post traumático complejo o tal vez vives en hipervigilancia, aunque la hipervigilancia generalmente es una manifestación del estrés postraumático. Vayamos por partes:


Hablando sobre la alta sensibilidad, no es que el vivir en alerta todo el tiempo sea una característica intrínseca del rasgo, sin embargo, al tener un umbral mucho más bajo ante los estímulos exteriores, tenemos mucha más información que procesar y lo hacemos más profundamente, entonces nuestro sistema nervioso tiende a saturarse con facilidad, lo que nos puede llevar a un estado de alerta constante.

Si no sabes qué es la alta sensibilidad, aquí te dejo un artículo: https://www.elisalifecoach.com/post/2017/03/14/-c2-bferes-una-persona-altamente-sensible


El trastorno de estrés postraumático complejo, te puede ocurrir seas o no altamente sensible, pero la alta sensibilidad sí te hace más proclive a experimentarlo, por esta misma situación que te platiqué en el párrafo anterior, además de que por supuesto, las emociones las sentimos de forma mucho más intensa, lo que hace que las cosas buenas sean maravillosas, pero las malas, pues ya sabemos.


Si a eso le sumas nuestra tendencia a rumiar el pasado, el temor a la incertidumbre y el darle vueltas una y otra vez a los que nos pasa y lo que pensamos, tenemos la receta ideal para ser los mejores candidatos a vivir con TEPC (trastorno de estrés postraumático complejo) .


Pero como te repito, esto no necesariamente es exclusivo de las personas altamente sensibles. Simplemente las PAS podemos llegar a experimentarlo por situaciones que para los no altamente sensibles no son “traumáticas”.


Lo que para alguien puede llegar a ser super traumático, para otra persona puede ser simplemente conflictivo o definitivamente no traumático. Porque el trauma en general no lo definen los acontecimientos, si no nuestra forma de procesarlo (o más bien no procesarlo) y de nuestra realidad particular.


Hoy quiero hablarte sólo de una parte del síndrome de estrés postraumático, que es la hipervigilancia. Esta es la parte uno, de una serie de artículos informativos que quiero publicar, para hablar sobre trauma y abuso emocional.


Estar en estado de hipervigilancia significa que estás en alerta constante, tu sistema nervioso está activado la mayor parte del tiempo y cuando no está activado, se puede encender fácilmente con ciertos acontecimientos.


Te voy a dar un ejemplo de cómo transcurre mi vida normalmente en estado de hipervigilancia:


Cuando algo se me cae inevitablemente lanzo un grito; si hay un sonido fuerte en la calle, salto; cuando suena el teléfono de mi casa, sobre todo por la noche o en la madrugada, mi estómago se hace un nudo y me imagino lo peor (que alguien murió o tuvo un accidente). Usualmente cuando algún conocido quiere hablar conmigo, pienso que es para reclamarme algo o para regañarme o decirme que algo hice mal.


A veces por las noches despierto con taquicardia y una sensación de exaltación sin motivos. La mayoría de mis reacciones a las situaciones inesperadas de la vida, son muy exageradas a comparación de la gravedad de lo ocurrido.


¿Te pasa algo parecido?


Eso es a lo que me refiero con vivir en hipervigilancia. Es un mecanismo de supervivencia que todos los animales presentamos cuando estamos en condiciones peligrosas o difíciles, para estar alerta y listos al enfrentar la incertidumbre, el riesgo o lo que sea que amenace nuestra existencia.


Es normal que estés así durante tiempos de crisis. Lo que no es normal es estar así todo el tiempo, haya o no crisis, haya o no peligro.


Si tú sientes que vives en estado de hipervigilancia, entonces es muy probable que sea porque has experimentado algún tipo de abuso, de forma constante, a lo largo de tu infancia o de alguna etapa de tu vida o que hayas vivido una serie de situaciones que fueron traumáticas para ti.





Si no sabes a qué me estoy refiriendo te doy algunos ejemplos de ciertas causas de la hipervigilancia:


-Viviste algún (o varios) evento traumático como guerras, pobreza, terremotos, accidentes, enfermedades inesperadas tuyas o de tus seres queridos, noticias abruptas, cambios drásticos como mudanzas, muerte de seres queridos, pérdida de estilo de vida o trabajo…


-Tus papás u otras figuras de autoridad te golpeaban o te maltrataban verbalmente, insultándote, llamándote ofensivamente, menospreciándote o culpabilizándote por situaciones que no tenían que ver contigo que no entendías.


- Las represalias y regaños que recibías de niño y adolescente eran muy fuertes y desproporcionadas a tus conductas o a veces sin razones aparentes.

- Vivías en un ambiente hostil, de peleas, gritos y ofensas, aunque no fueran hacia ti, pero entre otros miembros de la familia.


-Recibías constantemente amenazas del tipo: si no te portas bien, te voy a llevar a un orfanatorio, o te va a llevar el diablo, etc…


-Fuiste víctima de bullying o algún tipo de abuso en la escuela o por parte de compañeros o niños de tu edad, hermanos, primos o profesores o cuidadores de algún tipo.


-Has sido víctima de abuso y/o acoso sexual prolongado ya sea de manos de una sola persona o de varias en diferentes momentos.


- En tu casa había constantes discusiones y todo se “resolvía” con gritos y castigos.

- Constantemente eras reprendido o insultado por tus acciones o te decían que no hacías bien las cosas, te regañaban de forma exagerada por accidentes o errores comunes como romper un vaso, tirar agua, caerte, etc.


-Tus papás y familiares cercanos vivían también en estado de ansiedad o hipervigilancia.


- Tus familiares o personas cercanas se desquitaban contigo de forma inesperada, cuando estaban de mal humor o tenían problemas, maltratándote, gritándote, insultándote y después te forzaban a perdonarlos o entenderlos, porque estaban “pasando por un mal momento”.


- Una combinación de todos o varios de estos puntos a lo largo de tu vida.

Si viviste de forma periódica alguna de estas situaciones, tu sistema nervioso se acostumbró a estar la mayoría del tiempo a la defensiva, necesitabas estar listo para correr, defenderte, resolver algún tipo de problema , la mayor parte del tiempo y no sabías cuándo lo inesperado iba a golpear a tu puerta.




Esa hipervigilancia que desarrollaste, fue la que te salvó la vida y la que te ha hecho ser un sobreviviente de lo que sea que hayas atravesado. Debes saber que eres valiente, resiliente y que tienes una capacidad enorme de superar las adversidades.

Necesitabas estar en “alarma” todo el tiempo, de otra forma, no estarías contando la historia. Este mecanismo de defensa, era necesario en su momento, debes agradecerle su existencia.


Sin embargo, tal vez ahora, ya no necesitas estar alerta las 24 horas del día y tu cerebro sigue cableado de esa misma forma, haciéndote ver peligros donde no los hay, llevándote a imaginar siempre los peores escenarios posibles, vivir en temor a lo peor, brincando en tu cabeza de una situación catastrófica a otra, sin permitirte disfrutar, relajarte, agradecer por lo que tienes o simplemente vivir el aquí y ahora.


Es probable que hayas notado que la hipervigilancia aumenta cuando estás en situaciones aunque sea lejanamente parecidas a las que viviste con los traumas originales. Si no te has dado cuenta, te invito a que observes y tomes nota de en qué momentos te exaltas, te asustas o tienes alguna reacción exagerada, para que puedas comenzar a registrar cuáles pueden ser las causas originales de tu hipervigilancia.


Yo te puedo contar una que me pasó hace poco:


Hace 6 meses mi gatita Mirra murió trágicamente, se cayó de un tercer piso y ya no se pudo levantar del suelo, yo vi todo lo que sucedió y cómo sucedió. Bajé a recogerla y la llevé al veterinario, la vi quejarse de dolor y sabía que algo muy malo le había pasado. Al parecer ya tenía alguna enfermedad que fue la que le hizo caerse y perder el equilibrio. Nos pasó la noche, a la madrugada siguiente el veterinario me anunció que había muerto.


Esta fue una situación muy traumática para mi, el haberla visto cómo se resbalaba y caía al piso, cómo se convulsionaba, cómo lloraba…


Hace una semana mi otra gatita Tila, desapareció de mi vista, la busqué por todas partes y no la podía encontrar, lo primero que mi cabeza vio fue a Mirra cayendo de nuevo del barandal de la azotea, sólo que ahora en lugar de Mirra era Tila, me puse como loca a gritar y a buscarla frenéticamente , imaginando lo peor, que se había caído sin que yo me diera cuenta o que se había salido a la calle y la habían atropellado, pude sentir la adrenalina descargarse en mi torrente sanguíneo, me dolía la cabeza, no podía pensar.


Tila estaba plácidamente dormida atrás de los edredones en el closet.


Fue clarísimo que el trauma de Mirra me había activado el sistema nervioso y yo ya estaba lista para otra tragedia. En este caso el disparador fue una situación muy parecida al trauma original que fue la muerte de mi gatita.





Espero que este ejemplo te ayude a ir observando cómo funcionas tú.


¿Cómo hacer para salir del estado de hipervigilancia?


No es tarea rápida , pero es posible.


Yo no te voy a mentir, mi hipervigilancia es el producto de una combinación de muchos de los factores que te describí arriba, por lo que mi estado es grave, en el sentido de que paso en alerta, ansiosa, con depresión o estrés un 70% de mi día.

Todavía me falta un camino largo por recorrer, pero creo que ya he logrado pequeños cambios en mi estado general.


Tu avance dependerá del grado o cantidad de situaciones traumáticas que hayas vivido y de la forma en que hayas aprendido a manejarlas.


Lo primero que te voy a recomendar, es que vayas a terapia , de preferencia con alguien que esté familiarizado con la alta sensibilidad (si eres PAS) , con los distintos tipos de abuso y que sepa sobre trauma.


Quisiera poder decirte que lo puedes hacer solo, pero en estos casos lo ideal es tener ayuda profesional.


Otras cosas que puedes hacer mientras llevas tu proceso de sanación:


1. Identificar las causas originales del trauma y de tu estado de ansiedad o estrés.


2. Obsérvate a ti mismo, toma nota de las cosas que te hacen exaltarte o alterarte, lleva un diario que te permita tener un registro de tus estados emocionales y pensamientos.


3. Hazte al hábito de estar checando constantemente cómo está tu cuerpo, si estás tenso, si te duele algo, si hay algún síntoma que te indique que estás en alerta o cuándo estás relajado.


4. Cuando te des cuenta de que estás estresado o ansioso sin motivos, respira profundo y recuérdate que todo está bien, que estás a salvo, repite alguna afirmación que te ayude a sentirte seguro.


5. Si en alguno de estos momentos en los que reaccionas exageradamente, te das cuenta de que eso está sucediendo, respira profundo y elige reaccionar de cualquier otra forma que no sea la acostumbrada. Por ejemplo si cuando alguien habla fuerte tu reacción es ponerte a la defensiva y dar explicaciones de cómo o por qué haces las cosas y en ese momento hay una pequeña ventanita de tiempo en la que te das cuenta de lo que está pasando y de que en realidad es un disparador, pero que no está pasando nada de lo que tu cuerpo te está diciendo, detente y elige por ejemplo: no decir nada, escuchar solamente lo que el otro te quiere decir y hacer preguntas que te ayuden a aclarar sus intenciones antes de responder.


Esto es algo que será producto de estar observándote y tomando nota de cómo funcionas, debes ser paciente y constante, porque no sucederá de la noche a la mañana ni te darás cuenta de lo que te está pasando todas las veces.



6. Cuando caigas en las reacciones de siempre, no te culpes ni te juzgues, entiende que esto es un proceso. Bastará con que te veas con amor y compasión y entiendas por qué te pasa lo que te pasa. Con el tiempo las reacciones serán cada vez menos violentas o drásticas y sucederán más esporádicamente.


7. Medita, respira, pinta, camina, baila, ve a la naturaleza… Haz actividades que te ayuden a calmar tu sistema nervioso, vuelve de estas actividades un hábito. Permítete darte unos minutos al día de auto cuidado y relajación, aunque al principio no logres relajarte, la intención es lo que cuenta.


8. Recuérdate a ti mismo que ya no eres esa persona, que esos traumas están en el pasado, no forman parte de tu vida actual, que ya no es necesario andar por el mundo con la armadura puesta y la espada desenvainada, que mereces tener una vida tranquila en la que sentirte seguro y protegido sea una constante y una realidad tangible.


9. Date el amor, la seguridad, la aceptación incondicional que te faltó cuando eras pequeño. Sé tu propio padre o madre, ahora te tienes a ti para protegerte, quererte, no juzgarte, ser paciente y compasivo contigo mismo.


10. Procura hacer más cosas que disfrutas hacer, haz actividades por el simple placer de hacerlas, sin tener un objetivo en mente o esperar algo a cambio.





Espero que esta información y estos consejos te sean de utilidad en tu viaje de sanación.


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