Vivimos en un mundo que nos ha enseñado que el amor propio es algo impropio, ya sea por visiones religiosas que nos dicen que dios mora fuera de nosotros o por convencionalismos sociales que castigan las prácticas de autocuidado como actos de egoísmo.
Si tenemos la suerte de darnos cuenta, pasamos lo que nos queda de vida tratando de desaprender los patrones que nos alejaron de conectarnos con nuestra verdadera esencia. Si no tenemos suerte, pasaremos el resto de nuestra existencia creyendo que amar es sacrificar y sufrir.
Hace un par de meses, me llegó la certeza fatal de darme cuenta de lo poco que me amaba, un día supe que no sabía en consecuencia cómo ser amada, estaba metida en una cueva, evitando la incomodidad de enfrentar el amor que otros me querían ofrecer, pero que yo desconocía cómo aceptar.
Así es, si no me amo, tampoco sabré aceptar ni reconocer el amor en otros.
Una mañana mientras manejaba por la calle, me puse a reflexionar en cómo toda mi vida había pensado que el amor era una energía lineal que salía de mi para depositarse en otros y viceversa, entonces algo hizo click en mí y una sensación de plenitud me cosquilleó el cerebro: el amor es una energía omnipresente, que más que salir de nosotros nos compone, es la raíz de la existencia, no es lineal, simplemente es…
Pero aun así, yo no me amo- pensé, ni sé cómo hacer para permitir que otros me amen. Ya sé que debo amarme, pero ¿cómo carajos le hago? Nadie me enseñó cómo amarme y he vivido un espejismo de creencias que me hacían creer que sabía cómo amar.
Intenté comenzar con afirmaciones, verme al espejo y repetir frases alentadoras, de cariño y respeto. No les voy a decir que no sirvieron, sin duda me sentí mejor, pero seguía experimentado ese vacío en mi alma. No me podía aceptar, no veía cómo hacer para acariciarme el alma.
Busqué y leí mil fórmulas distintas, pero ninguna terminaba de llenarme el hueco del corazón. Perdoné a mis fantasmas, intenté perdonarme a mí misma, cerré ciclos no resueltos, hice rituales, medité; hubo cambios, pero no fueron rotundos.
Después de quebrarme la cabeza pensando cómo le podía hacer, me di cuenta de que era algo que no era necesario pensar, sino más bien sentir, lo que fuera que experimentara, dejarlo fluir… y entonces salieron a flote el miedo, la ansiedad, la culpa, la ira y me dejé inundar, mudé de piel y permití ser vulnerable, por primera vez en la vida admití que soy débil y que no sé por dónde caminar. Después de varios días de sentirme perdida, empecé a ver la luz, la tormenta de mi alma se calmó y entonces sentí el corazón fresco, como una tarde que recibe la noche después de la lluvia intensa y desgarradora.
La frescura del nuevo amanecer me permitió ver con claridad que quería cambiar, pero también acepté que no sabía bien cómo hacerle, esta vez desde un lugar de paz. Entonces se me ocurrió comenzar a hacer las cosas que haría alguien que se ama, como si eso ya estuviera en mí, como si me amara incondicionalmente.
Cada día que me enfrentaba a una nueva situación o a una decisión me preguntaba ¿esto es algo que haría alguien que se ama a sí mismo? ¿haciendo esto me estoy respetando? ¿estoy respetando mi plan original? ¿esto que hago o permito que me hagan, me acerca a la felicidad y al amor incondicional? ¿esta acción me llevará a la paz y la aceptación o a la culpa y el miedo? ¿haciendo esto me acerco o desvío de mis metas?
Entonces descubrí algo increíble, que la semilla del amor que ya residía en mí, comenzó dar flores y a despertar de donde la había mantenido dormida. Haciendo “como si me amara” empecé a honrar ese amor y supe que no era algo que tenía que llegar de fuera o crearse de la nada, porque ya estaba dentro, esperando a ser regado y cuidado por mis acciones.
Claro que sigo en el camino, hay días que estoy tentada a caer en los viejos hábitos, pero si lo hago no importa, me perdono y vuelvo a caminar, me imagino que el universo me cubre en una cobija llena de estrellas, me dejo acariciar por el amor infinito e incondicional y entonces recuerdo que debo buscar las respuestas dentro, no fuera de mí.
Si no sabes por dónde comenzar, empieza por actuar y hablar como si eso que sabes que necesitas en tu vida ya está ahí. Si te quieres aprender a amar, trátate y relaciónate con los demás como si ese amor fuera ya una realidad.
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